Una Historia
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Un individuo que no sabía cómo hacer para sentirse dentro de una
comunidad en la cual le costaba ver el amor entre los hermanos por
que veía las características particulares de cada uno y eran muy
distintos como para ser los unos para los otros, y se sentó a orar
pidiéndole al Señor, que le mostrara la forma de amar a su
comunidad.
Al cabo de un
tiempo y en el anhelo de recibir la respuesta del Señor, se encontró
con un hombre que miraba un grupo de piedras de diferentes tipos,
una de cemento, otros de rubí, otras de plata, otras de arcilla, muy
distintas entre sí; y el hombre le preguntó,
"¿Qué ve, amigo mío?"
Él le respondió: "Un grupo de piedras".
"Y ¿Qué aprecia en ellas?"
"Veo que hay unas muy bonitas que hay que cuidar, otras que hay que
limpiar y otras que yo tiraría";
Y el hombre le respondió: "Muy buena apreciación particular de lo
que tengo, venga mañana y le mostraré lo que yo veo".
Al día siguiente regresa el individuo y se encuentra un hermoso
mural de Cristo resucitado realizado con todas las piedras que él
había clasificado según su parecer y el hombre que realizó el mural
le dijo:
"Yo veía este
gran mural y entraba en una profunda reflexión de cuales eran las
piedras que usaría y decidí iniciarlo sin sacar ninguna y cuando lo
terminé, me di cuenta que necesitaba cada una de ellas y que ahora,
si quito alguna de las piedras, el mural estará incompleto".
Esto me iluminó dos cosas: una, que el valor particular de cada una
de ellas según mi parecer, no es el mismo valor que le da Dios a
ellas; y en segundo lugar, si yo fuera una de estas piedras que
forman el cuerpo de Cristo, para que yo me vea bien en este mural,
sólo tendría que quedarme en el sitio que me corresponde, por que de
lo contrario, no sería la figura exacta de lo que el autor quería.
El individuo
se marchó con una nueva enseñanza y con una nueva forma de orar:
"Señor, muéstrame cual es mi misión y sobre todo, enséñame a amarte
en cada uno de mis hermanos".