Es
rentable ser bueno
José Luis Martín Descalzo
Quiero contarles a ustedes la historia de Piluca.
Resulta que, en el
colegio donde yo fui muchos años capellán, había dos hermanitas
–Piluca y Manoli- que eran especialmente
simpáticas y diablillos. Y un día, hablando a las mayores (y a
Piluca entre ellas) les expliqué que todos los que nos rodean son
imágenes de Dios y que debían tratar a sus padres, a sus hermanas,
como si tratasen a Dios. Piluca quedó impresionadísima.
Aquel día, al regresar del colegio, coincidió con su hermana pequeña
en el ascensor. Y, como Piluca iba cargadísima de libros, dijo a Manoli: "Dale al botón del ascensor".
"Dale tú", respondió la pequeña. "Dale tú, que yo no puedo",
insistió Piluca. "Pues dale tú, que eres mayor", replicó Manoli. Y, entonces, Piluca sintió unos
deseos tremendos de soltar los libros y pegarle un mamporro a su
hermanita. Pero, como un relámpago, acudió a su cabeza un
pensamiento. ¿Cómo la voy a pegar, si mi hermanita es Dios? Y optó
por callarse y por dar como pudo al botón.
Luego, jugando, se repitió la historia. Y comiendo. Y por la noche.
Y todas las veces que Piluca sentía deseos de estrangular a su
hermana, se los metía debajo de los tacones porque no estaba nada
bien estrangular a Dios.
A la mañana siguiente, cuando volvieron del colegio, veo yo a Piluca
que viene hacia mí, arrastrando por el uniforme a su hermana con las
lágrimas de genio en los ojos, y me grita: "Padre, explíquele a mi
hermana que también yo soy Dios, porque así no hay manera de vivir."
Comprenderéis que me reí muchísimo y que, después de tratar de
explicar a Manoli lo que Piluca me
pedía, me quedé pensativo sobre un problema que me han planteado
muchas veces: ¿Ser buena persona es llevar siempre las de perder? En
un mundo en el que todos pisotean, si tú no lo haces ¿no estarás
llamado a ser un estropajo? ¿Hay que ladrar con los perros y morder
con los lobos? ¿Es "rentable" ser cordero?
Las preguntas se las traen. Y, en una primera respuesta, habría que
decir que ser bueno es una lata, que en este mundo "triunfan" los
listos, que es más rentable ser un buen pelota que un buen
trabajador, que para hacer millones hay que olvidarse de la moral y
de la ética.
Pero, si uno piensa un poquito más, la cosa ya no es tan sencilla.
¿Es seguro que ese tipo de "triunfos" son los realmente importantes?
Y no voy a hablar aquí del reino de los cielos. En ese campo yo
estoy seguro de que la bondad da un ciento por uno, rentabilidad que
no da acción alguna de este mundo.
Pero quiero hacer la pregunta más a nivel de tierra. Y aquí mi
optimismo es tan profundo que estoy dispuesto a apostar porque, más
a la corta o más a la larga, ser buena persona y querer a los demás
acaba siendo rentabilísimo.
Lo es, sobre todo, a nivel interior. Yo, al menos, me siento
muchísimo más a gusto cuando quiero que cuando soy frío. Sólo la
satisfacción de haber hecho aquello que debía me produce más gozo
interior que todos los triunfos de este mundo. Moriría pobre a
cambio de morir queriendo.
Pero es que, incluso, creo que el amor produce amor. Con
excepciones, claro. ¿Quién no conoce que el desagradecimiento es una
de las plantas más abundantes en este mundo de hombres? ¡Cuántas
puñaladas recibimos de aquellos a quienes más hemos amado! ¡Cuántas
veces el amor acaba siendo reconocido... pero tardísimo!
Esa es la razón por la que uno debe amar porque debe amar y no
porque espere la recompensa de otro amor. Eso llevaría a terribles
desencantos.
Y, sin embargo, me atrevo a apostar a que quien ama a diez personas,
acabará recibiendo el amor de alguna de ellas. Tal vez no de muchas.
Cristo curó diez leprosos y sólo uno volvió a darle las gracias. Tal
vez esa sea la proporción correcta de lo que pasa en este mundo.
Pero aún así, ser querido por uno de los diez a quienes hemos
querido, ¿no es ya un éxito enorme? Por eso me parece que será bueno
eso de amar a la gente como si fuesen Dios, aunque la mitad nos
traten después como demonios.