El Sermón de la
Montaña
Mahatma Gandhi
El Sermón de la Montaña me hizo recordar una cosa que había aprendido
de pequeño: la enseñanza de no vengarme y de no devolver mal por mal.
Me impresionó vivamente el hecho de que Jesús había venido a
establecer una nueva ley, no la de "ojo por ojo", sino la de recibir
otro golpe si nos daban uno.
Dentro de mí pensé que esto no era el cristianismo, porque la imagen
que tenía - del cristianismo - era la libertad de tener una botella de
coñac en una mano y un bistec en la otra.
El Sermón de la Montaña me demostró mi error. A medida que aumentaba
mi contacto con los verdaderos cristianos, con las personas que vivían
para Dios, vi que el Sermón de la Montaña era todo el cristianismo
para los que quieren vivir una vida cristiana.
El Sermón de la Montaña es el que me ha hecho amar a Jesús.
Leyendo toda la historia de esta vida, desde esta perspectiva, me
parece que el cristianismo todavía no se ha realizado. Ciertamente,
aunque cantemos "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra", hoy no
hay ni gloria a Dios, ni paz en la tierra.
Mientras esto continúe siendo un hambre todavía insatisfecha y
mientras no hayamos arrancado de cuajo la violencia de nuestra
civilización, Cristo no habrá nacido todavía.
Cuando la paz auténtica se haya establecido, no necesitaremos ya
demostración: resplandecerá en nuestras vidas, no sólo individual,
sino también colectiva.
Quien se abandona en Dios, que es la verdad, se convierte en el cauce
vivo de esta fuerza de la Verdad, que es la pura expresión del alma.
Practicar la no-violencia es tener la fuerza de la divinidad en
nosotros. Nos parecemos a Dios en la medida que practicamos la
no-violencia.
Los numerosos fracasos que constatamos no provienen de la ley, sino de
quienes la aplican.