De oído
Autor: Carlos G. Vallés
Dos amigos pasean
juntos por una calle de una gran ciudad. Los envuelve el ruido
multiforme de la ciudad moderna.
Los dos amigos son
diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad,
criatura del asfalto, ciudadano del marco. El otro es un yogui
hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente.
Anda con los pies descalzos que se apresuran para seguir a su amigo.
De repente el
yogui se para, toma del brazo a su amigo y le dice:
- Escucha, está cantando un pájaro. El amigo alemán le contesta:
- No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas. Y sigue
adelante.
Al cabo de un rato el yogui disimuladamente deja caer una moneda
sobre el pavimento. El amigo se detiene y le dice: - Espera. Se ha
caído algo. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el adoquín.
- Tus oídos están
afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta el mínimo ruido de
una moneda sobre el asfalto, para que lo oigas y se paren tus pies.
Estás a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo que
ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oímos lo que queremos. En
cambio estás desafinando ante los sonidos de la naturaleza. Tienes
muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de oído, sino de todo.
Estás cerrado a la
belleza y a la alegría y a los colores del día y a los sonidos del
aire. Andas desafinado. El pájaro sí había cantado.