Los Ángeles y
La Ciencia
La
incorporaci ón de las fuerzas angélicas al campo experimental de la
ciencia podrá aportar los elementos indispensables mediante los cuales
todos los fenómenos extraños sin aparente lógica y explicación
adquirirán un carácter rigurosamente científico. Un buen ejemplo de ello
es el misterio que encierra el levantamiento de las enormes moles de
piedra que forman las pirámides egipcias.
Según numerosos iniciados capaces de escudriñar en los Archivos Akásicos
(que son la memoria colectiva), los grandes sacerdotes egipcios movieron
estas moles gracias a su conocimiento de la antigua ley gravitatoria de
la sustancia: invocaban a los ángeles o devas (los espíritus de la
naturaleza, de los que hablaremos más adelante) que habitan en el
interior de las piedras: ellos dilataban los espacios intermoleculares
de las piedras y éstas, sin alterar su forma ni su volumen, perdían todo
su peso. Se trata de un poder que eleva y que opera por grados de
descompresión de los éteres, pudiendo así levantar cualquier cuerpo, por
pesado que sea. Los ángeles operan sobre la sustancia de estos cuerpos,
determinando una inversión total de las leyes de polaridad.
Los ángeles tienen por cometido condensar el espíritu para formar la
materia. Toda
energía, desde la que genera un simple electrón, hasta la que se expresa
en los más elevados niveles del sistema solar, tiene carácter angélico.
La energía, tal
como la conocemos, que surge del contacto de la mente divina con los
éteres del espacio, produce un choque, una vibración y determina la
respuesta sensible de los ángeles; el resultado es la substanciación del
éter, o sea su conversión en materia. La materia sería pues el resultado
de la energía que manipulan los ángeles al condensar los éteres.
Estas últimas líneas, que son el fruto de las meditaciones de un gran
esoterista e iniciado (Anglada) guardan una extraña similitud con las
reflexiones de una de las mentes más
brillantes del pensamiento actual: David Bohm, que es además uno de los
pilares de la física cuántica (la física que estudia todo lo que es más
pequeño que el átomo).
Esta disciplina está acercándose de forma asombrosa a la Cábala. En su
libro "La
danse de l'esprit" (La danza del espíritu), Bohm explica cómo aparece la
materia. La materia es energía condensada, esto ya lo descubrió Einstein.
Si desintegramos
la materia, produce energía. La física actual considera que el electrón
-componente fundamental de la corteza de los átomos imprime un
movimiento de vaivén,
alcanzando una velocidad cercana a la de la luz, pero inferior a ésta.
En un sentido, puede
decirse que la energía es reflejada, o sea que en el movimiento
efectuado por el electrón, en vez de seguir una línea recta como lo hace
la luz, la energía se mueve en todos los sentidos, tal vez como lo haría
un pez en un acuario de estrechas dimensiones, buscando una salida.
Esta reflexión es la que transforma la energía en materia. En el momento
en el que la energía deja de ser reflejada, o sea de dar vueltas sobre
sí misma, deja de ser materia. En cambio, en cuanto la energía deja de
circular libremente en línea recta, como lo hace la luz, entonces se
condensa y transforma en materia. La materia sería pues el resultado de
una interferencia en el flujo de la energía luminosa.
Esta frase de hondo significado (sacada del libro de Bohm) podría haber
sido pronunciada por un cabalista, de hecho, es exactamente lo que dice
Kabaleb a lo largo de toda su obra, aunque en otros términos: dice que
las anécdotas, la forma, cualquier cosa que tenga lugar en el mundo
exterior, puede considerarse como una traición al espíritu porque
significa que hemos llevado a cabo una <Interferencia> al espíritu, o
sea a la luz, y que por ello la luz se ha tenido que transformar en
materia.
Esta idea parece muy complicada pero un ejemplo sencillo despejará todas
las dudas.
Pongamos el caso de un padre que le aconseja a su hijo no jugar con el
fuego. El niño tiene ante sí dos opciones: asimilar la lección paternal
por la vía intelectual y no acercarse al fuego, o bien optar por la
postura más común: "traicionar" al padre, prescindiendo de su sabiduría
y su luz.
Esta "traición" supone una interferencia en la luz que el padre le
ofrecía, y ésta, tal como
hemos visto más arriba, hará que la luz se condense y tome forma en una
anécdota: el niño se quemará. A través de la vivencia material el niño
habrá aprendido, eso sí, por la vía del dolor, lo que habría podido
entender de otra forma más sutil.
Y mientras haya
estado experimentando el hecho físico de la quemadura y sus
consecuencias posteriores (acudir al médico si es grave, restañar sus
heridas, etc.), el niño
habrá desperdiciado un tiempo que habría podido emplear en intentar
atender otras lecciones y enseñanzas de su padre. Por ello podemos decir
que el niño ha interferido en la luz del padre, haciendo que "diera
vueltas sobre sí misma" sin poder avanzar en "línea recta" para aportar
nuevas evidencias.
Podríamos
sustituir el término "padre" por el de Ego Superior y el de "niño" por
ser
humano, las conclusiones serían las mismas, incluso mucho más amplias.
Tanto si escucha las recomendaciones de su padre como si no lo hace, el
niño de nuestro ejemplo estará asesorado por los ángeles, en el primer
caso, por los superiores; en el segundo por los ángeles caídos o
luciferes (término que explicamos más adelante), que serán quienes le
soplen al oído que ponga la mano en el fuego para comprobar qué es lo
que ocurre.
Cuando David Bohm comunicó a sus oyentes las ideas que hemos expuesto
(ya que el
libro mencionado es una recopilación de sus conferencias), uno de ellos
le formuló una
pregunta crucial: ¿Quién provoca la reflexión de la energía para que se
transforme en materia, el azar? Bohm confesó que lo ignoraba, éste es el
eslabón ausente que la ciencia aún no ha hallado. La respuesta es
sencilla: los ángeles, cuando lo juzgan necesario para nuestra
evolución.
La finalidad del razonamiento expuesto es doble: ofrecer una prueba de
que la física
cuántica y la filosofía oculta se están tocando con la punta de los
dedos y dar una nueva
descripción de la labor angélica. Como hemos visto, para que la luz se
transforme en materia - trátese de una forma física cualquiera o de una
anécdota vivida por un ser humano es imprescindible la actuación de un
ángel superior o de un ángel caído.
Según ha
descubierto la ciencia, la fuerza electromagnética sirve de pegamento a
los
átomos, se ocupa de soldarlos para formar moléculas (precisemos, para
quienes no estén
familiarizados con estos términos, que el átomo es una partícula e
mental de la que están
formados todos los elementos -una molécula es una agrupación de
átomos-). Por ejemplo, para formar una molécula de agua, la fuerza
electromagnética debe soldar dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno.
Esta fuerza sería pues la responsable de la cohesión, la solidez y la
belleza de todas las cosas que nos rodean.
Sin ella, la
tierra no sería sólida, nuestro esqueleto no podría soportar el peso del
cuerpo. Sin ella, abandonados a su gravedad, los átomos tendrían una
talla gigantesca y
flotarían de forma anárquica en el espacio, dicen los científicos.
Todo ello es cierto, está comprobado, pero lo que de momento no ha
conseguido
percibir la ciencia –aunque algunos físicos cuánticos se están acercando
es que los átomos no se unen de forma caprichosa y al azar (Dios no
juega a los dados con el universo), sino imbuidos de una intención, la
que ponen los ángeles de acuerdo con nuestras necesidades evolutivas.
Dicho de otro
modo, existe un plan previo a la creación de cualquier forma, las
moléculas no se juntan porque sí para crear la materia, sino bajo la
sabia batuta de unos
operarios angélicos. Ellos son pues los responsables últimos de la
inmensa variedad de las formas existentes, de ellos dependen que una
pera tenga forma de pera y no de plátano.
Autor ;Kabaleb (Los Ángeles Alcance de Todos.)