LOS ÁNGELES EN NUESTRA VIDA


"Los ángeles moran en nuestro interior, no podemos mover ni un dedo de nuestro cuerpo sin que ellos nos suministren la fuerza necesaria para hacerlo”.
Somos un edificio ocupado, del que nosotros somos los propietarios y ellos los inquilinos. Cuando esta ocupación cesa, el cuerpo físico se queda yerto y sobreviene la muerte.

Construimos el mundo con los materiales energéticos que ellos nos suministran, son nuestros
 

Dioses Internos y gracias a ellos participamos en la vida divina.
Una lectura apresurada podría inducirnos a decir que somos sus marionetas, pero en
realidad nosotros somos los que movemos los hilos. Ellos nos abastecen de combustible, pero
el proyecto del viaje lo pone el hombre. Somos el automóvil y el conductor y ellos son la
gasolina con la que se llena el depósito antes de emprender el viaje."
Para facilitar la comprensión de todas las ideas expuestas, podríamos utilizar como
ejemplo uno de los muchos relatos cortos que Kabaleb dejó escritos y que describen la labor
angélica. Este relato se llama: "El hombre que no debía morir" y lo hemos resumido para no
alargar en exceso este texto.
"Un día, (habla un ángel), fui requerido para tratar de salvar a un hombre que estaba
programado para sufrir un accidente de aviación y perder en él la vida. Juan -así se llamaba el
hombre ,tenía ya el pasaje en el bolsillo. Yo no pedí a mis superiores información sobre las
circunstancias que me obligaban a intervenir, conozco de sobra los mecanismos del destino de
las personas, pero como ustedes los ignoran, no tengo inconveniente en revelarles algo sobre
el funcionamiento de la máquina cósmica. En el Mundo Astral en que nos movemos actúa una
categoría de seres llamados _"Ángeles del Destino_". Ellos velan para que el destino de los
seres humanos se cumpla, tanto en el aspecto positivo como en el negativo.
En este caso, ellos se encargaron de juntar en el avión una serie de personas que
estaban programadas para morir en él. Ello no significa que la divinidad, en el momento de
nacer, las haya destinado a esta muerte atroz, sino que tales personas, dada su actuación en
vidas anteriores y por hechos cuya responsabilidad recaía totalmente en ellas, habían escogido
morir así.
Juan formaba parte de ese grupo y por ello los Ángeles del Destino movieron las cosas
para que el fatídico pasaje de avión llegara a su poder. Entonces, dirán ustedes ¿por qué
salvarlo a él y no a todos los demás? En la respuesta a esta pregunta se encuentra una de las
más maravillosas claves de nuestro mundo.
Por su actuación en una vida anterior, Juan debía morir. Pero en su actual existencia
había derramado tanta bondad a su alrededor que merecía que este destino fuera modificado.
La onda expansiva de la bondad posee una fuerza enorme: primero toca a su beneficiario
directo, modificando su naturaleza íntima, y de él pasa a otro, y de ese otro al siguiente y así en
una cadena sin fin que recorre toda la tierra.
Posteriormente, el impacto vuelve, cual boomerang, al propio interesado, el cual se
beneficia de la suma total de todo el bien que su voluntad derramó. Yo no podía actuar
directamente sobre Juan, revelándole su destino, soplándole al oído que su avión iba a
estrellarse. Primero porque seguramente no habría hecho caso de esta voz y segundo porque
no podemos desvelar los misterios del cosmos de forma tan súbita: es la conciencia del
individuo quien debe descubrirlos mediante un trabajo humano. Lo que debía hacer era crear
las circunstancias naturales que llevaran a Juan a la imposibilidad de emprender el viaje.
Me puse a trabajar y después de haber examinado varias situaciones, me decidí por un
motorista de la policía que transitaba todos los días por la autopista que llevaba al aeropuerto.
Era un hombre que se había beneficiado indirectamente con las buenas obras de Juan, sin que
jamás hubiesen estado en contacto personal y, de acuerdo con las leyes cósmicas, sólo uno de
sus _"protegidos_" tenía la posibilidad de actuar a su favor y salvarlo.
Tras numerosas gestiones, conseguí que ambos coincidieran a la misma hora en la
carretera del aeropuerto. Ideé una estrategia para que Juan cometiera una infracción, le
sugería por vía intuitiva que pisara fuerte el acelerador; en cuanto lo hizo, me acerqué al policía
y le sugerí de la misma manera que parara a Juan y le pusiera una multa.
Conseguí también que lo hiciera y entonces se produjo una de esas escenas tan
comunes en la que el automovilista asegura que no ha sobrepasado la velocidad permitida y el
policía sostiene lo contrario. Juan le pedía que se diera prisa, pero el policía, siguiendo
inconscientemente mis inducciones, era de una lentitud desesperante. Yo procuré además
inducir a Juan a insultar al policía.
Cuando lo hizo, me sentí invadido por esa satisfacción que da el deber cumplido,
cuando de ello depende la vida de una persona.
El motorista fue magnífico, se llevó a Juan a la comisaría. Su indignación era
indescriptible, amenazando al que le había salvado la vida con denunciarlo por abuso de
autoridad. Más tarde, cuando Juan se enteró que el avión en cuestión había sufrido un accidente y
que no había supervivientes, sintió un tal agradecimiento hacia el policía que lo había salvado
que estuvo llorando sobre el periódico que traía la noticia durante varios minutos.
Al motorista, de pronto empezaron a salirle las cosas bien, él no se explicaba su suerte.
Jamás supo que se debía a su noble gesto inconsciente, porque si yo pude utilizarlo, fue
porque encontré en él una disposición inconsciente favorable a la empresa. Tampoco sabe que
el significado de la palabra "suerte" es "ayuda de Dios".
Este relato nos permite comprender las estrategias de las que tienen que valerse los
ángeles para mover los hilos de nuestros destinos. Y ello no significa que no exista el libre
albedrío, ya que, como hemos visto, ellos sólo se contentan con moldear nuestras
circunstancias con el material que nosotros les proporcionamos.

 

Fuente;  KABALEB-SOLEIKA LLOP -"LOS ÁNGELES AL ALCANCE DE TODOS"

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