Es cierto
que Dios nos habla de muchas maneras, en distintos leguajes y en
circunstancias diversas.
En el día de hoy mi hijo mediano tenia un cita con el doctor, y como
de costumbre acudimos a la cita con media hora de anticipación. En
el trayecto hacia el hospital, yo trataba de condicionarme, a la
tediosa y larga espera que representa un visita al medico. Pienso
que para nadie es muy grato este tipo de visita. Cuando entramos a
la sala de espera, reinaba una especie de calma poco peculiar, no
era la tensa calma que por lo general caracteriza estos lugares,
pues todo el mundo siempre espera en calma, pero ansioso por ser
atendido para retirarse, con la preocupación del resultado de su
visita.
Era un salón amplio y claro, decorado con los motivos y colores
pertinentes para un hospital pediátrico. Se podía observar el
exterior a través de grandes ventanas que cubrían todo un lateral
del salón, integrando así los dos ambientes, dotando al lugar de
armonía y tranquilidad.
Atravesamos mi hijo y yo la sala, para dirigirnos a la ventana de
atención al paciente y hacer los papeles necesarios. Luego de
terminar con los formularios, nos dispusimos a tomar asiento. Una
vez instalados, y pasados de unos minutos, comencé a sentir el
lugar.
No era la calma obligada de quien espera con paciencia, no era la
tranquilidad que requiere en un lugar como este, no…., era algo más,
en el lugar había paz, pero no la paz que se produce por la ausencia
de movimientos brusco ni ruidos estrepitantes, no….., era realmente
paz.
Me dispuse a observar a las personas que estaban allí y realmente,
todos estaban como envueltos en ese ambiente casi de un templo.
En la medida que observaba y sentía esa paz, pero con más fuerza,
ocupaba toda mi mente y comencé a experimentar una especie de
claridad mental, que podía sentir los sentimientos de mis
acompañantes en aquel lugar y casi podía identificar sus miedos,
frustraciones y alegrías.
Me sentía algo extraño, pero al mismo tiempo, una seguridad y
claridad me cubrían, casi como si estuviera en presencia de alguien
o algo que me estuviera mostrando algo, creo que estaba presenciando
al ser humano en casi su totalidad, no solo el físico, si no que
podía sentir y comprender a cada una de aquellas personas, que hasta
ese momento eran extrañas, y sin haber intercambiado una solo
palabra con ninguna de ellas.
Me deje llevar, sin cuestionar nada, ni siquiera a mi mismo.
La puerta se abre y entra una señora de unos cuarenta y tantos anos
con su hijo casi parapléjico, con sus dos manos enyesadas. Algo
hacia que me fijara en los dos nuevos integrantes que se nos unían
en la espera. La mujer, de cabellos claros, delgada y con un rostro
algo marcado por el tiempo. No podía desligar mi atención de ellos.
Cada vez más me conectaba con la realidad que me estaban mostrando.
¿Qué hay aquí? Me preguntaba. Y como en soplo surge en mi mente….!
Aceptación!
Poco a poco fui comprendiendo….una mujer que sufrió mucho en los
primeros tiempos por la realidad de su hijo, una mujer que vio
frustrados sus sueños de madre y abuela, Aquella mujer sobre su
dolor construyo su nueva realidad, de la persona alegre, amistosa,
simpática, comunicativa, dio paso a un nuevo ser. La huellas de su
rostro dejan ver claramente esa metamorfosis que dio lugar a alguien
que acepto, sin dejar de ser, la realidad de madre amorosa y
dedicada a su hijo. No la dedicación porque no hay otra alternativa,
sino la dedicación que surge como fruto del amor, fruto de la
aceptación de que su experiencia esta dada precisamente en la
dedicación, quizás ella misma no sabe, o no comprende que en esa
entrega, esta su conquista mas grande.
Envuelto en mis pensamientos, como ráfaga vienen las ideas. Esas
criaturas, que muchas veces yo había pensado que sufrían también sin
tener culpa, son el puente, el camino, la graduación para los padres
que aprenden aceptar la presencia de ángeles entre ellos para su
propio crecimiento espiritual y de vida. Esos niños, que nos parecen
que no están aquí, son la línea que divide lo humano y lo divino.
Ellos vienen para que seamos nosotros los que vivamos la experiencia
que nos toca y para ser presencia tangible de Dios.
Esta señora acepto el reto de crecer, y comprendió que su vida no
cambio, solo la manera de vivirla. Las huellas en su rostro, su
mirar sereno, y por sobre todo, su dedicación y el amor a su hijo
así lo demuestran,
Entre tanto todo esto pasaba por mi mente, otros tres nuevos
integrantes se sumaban a la sala. Era una niña de unos catorce o
quince anos, acompañada de su madre y su abuela.
La niña tenia un pequeño defecto en las piernas que se hacia notorio
en su caminar. Ojos vivaces propios de su edad, pero un tanto
tristes, Sentía un poco de complejo, pero a pesar de eso, sentía que
tenia mucho por hacer y dar. Una niña bonita, cabello negro y
vestida a la moda como cualquier jovencita. Se escuchaba algo de la
conversación que sostenían entre la madre, la abuela y ella. Madre y
abuela trataban de aconsejar a la niña. La madre le decía que los
complejos están en la mente, que las personas pueden ser todo lo que
quieran ser, siempre que se lo proponga, que ella no tenia que
someterse al tratamiento, pues resultaría doloroso y molesto. Pero,
si cierto era el consejo de la madre, aun mas cierto y contundente
para mi fue la respuesta de la niña….”Mis piernas no están en mi
mente, las tengo aquí y las acepto, pero si tengo la oportunidad de
arreglarlas, vale la pena tratar aunque duela un poco”
Para mi, el razonamiento de la niña tiene toda la dimensión de la
fortaleza de espíritu. Ella acepta, pero si puede cambiar, quiere
intentarlo.
Llaman a mi hijo. Caminamos hacia la asistente que nos guía por un
pasillo, ella se detiene y nos hace sentar por unos instantes porque
hay que esperar algo. Tomamos asiento. Unos instantes después, (no
se cuando ocurrió) me percato que nos encontramos sentados en el
centro de una hilera de sillas en cuyos extremos están la madre con
su hijo, y en el otro la niña con sus acompañantes. ¿Casualidad? No,
es casi el resultado de todo aquello que me ha estado ocurriendo,
estoy en el centro de lo que se debe aceptar por que no se puede
cambiar, y lo que se debe tratar de cambiar si se puede, aunque sea
cuesta arriba.
Cuando me percato de forma conciente de la enseñanza y el mensaje
que encierran estas dos realidades, siento una brisa que me acaricia
la cara e inmediatamente aparece la asistente del doctor para
conducirnos al cuarto de reconocimiento.
Aceptación es el mensaje, aceptar aquello que no puedo cambiar y
luchar por cambiar lo que si se puede.
Cuánto tiempo y energía gastamos enfocados en aquellas cosas que no
tenemos solución en nuestras manos, porque responden al plan divino,
y cuan poca a aquellas en las que si podemos
Después de todo esto, surgió en mí la necesidad de decir: Gracias
Señor.
Cuento esta experiencia para llamar la atención, a que estemos
pendientes de los detalles que día a día nos ocurren. Puede ser un
ángel que nos hable, un guía, o puede ser Jesús. Dios nos habla de
muchas maneras, en distintos leguajes y en circunstancias diversas,
estemos pendientes.
Señor enséñame a aceptar la voluntad del Padre y ayúdame a cambiar
lo que puedo y debo cambiar y aceptar lo que no
Que la paz este con todos
© Juan Sedano