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Aceptar el hecho de que Los Ángeles existen

Si queremos comprender la naturaleza y el trabajo de los  Ángeles, primero debemos aceptar el hecho de que existen.

No sabemos mucho acerca del reino Angélico, pero debemos tratar de aprender lo que podamos. Si consideramos la existencia de los ángeles como un hecho, deberemos ser capaces, al menos, de percibir su existencia. Pero dado que mientras estamos despiertos vivimos en esta rudimentaria vestidura de carne, consideramos a menudo que lo que vemos y sentimos a través de nuestro cuerpo es la única realidad.

Olvidamos todas las cosas invisibles que también son parte de la realidad, pero que están ocultas a nuestra conciencia física, emocional y mental por nuestras propias limitaciones, y las expulsamos de nuestra conciencia normal y las bautizamos "esotéricas".

La habilidad de ponderar un hecho, incluso uno invisible, está dentro del rango de nuestros poderes como seres humanos.

¿Acaso cuestionamos la existencia del Sol por la noche, simplemente porque está oscuro, o la existencia de la luna durante el día? La existencia de los ángeles es un hecho, tanto como sería un hecho cualquier otra cosa con la que estemos lidiando en nuestras vidas.

Es también un hecho que la humanidad no es, de ningún modo, el único sendero de evolución en este mundo, ni siquiera la forma evolutiva más elevada; ya que el enorme reino Angélico se extiende mucho hacia arriba y por debajo.

Nos corresponde ser humildes en nuestro estudio de estas materias y tratar de entender la realidad del universo tal como su Creador la hizo. Dado que las huestes angélicas no se manifiestan completamente hasta el nivel físico denso de la conciencia, la mayoría de nosotros no sabe nada acerca de ellos. Las Escrituras de todas las Religiones reportan que, a veces, estas entidades angélicas se manifiestan de tal modo que los humanos pueden verlas por unos breves instantes. Todos aquellos que han tenido experiencias de ese tipo las reportan con gratitud, como un privilegio especial y una Gracia.

A través de los siglos, sin embargo, la humanidad ha acumulado conocimiento sobre los ángeles y acerca de varios métodos para contactarlos. Una rama especial de las -así llamadas- ciencias "esotéricas", la Teúrgia, está relacionada con estas materias.

Parece, sin embargo, que durante los últimos siglos, la mayoría de la gente ha perdido el conocimiento tradicional acerca de los ángeles. En el pasado, su presencia se consideraba un suceso normal.

María, en la anunciación, no estaba sorprendida o asustada; los Apóstoles no reportan que la presencia de los ángeles en la resurrección sea una aparición anormal; y Jacob estaba tan poco impresionado por el ángel que encontró que lo retó a batirse en lucha libre durante toda una noche...

Las escrituras Cristianas e Islámicas simplemente copiaron la tradición Judía en lo que respecta al reino Angélico; cometiendo a menudo errores por ignorancia. Los Hebreos clasificaron los diferentes órdenes angélicos hace muchos siglos.

Las escrituras Cristianas sólo nombran tres Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael, por lo tanto la tradición Católica no menciona ni celebra festivales en honor de los otros.

Las Iglesias Orientales y el Islam han conservado al Arcángel Uriel.

Pero todas las tradiciones le dan una gran importancia a los nombres de los ángeles, como el más eficiente método para percibir su presencia. Invocándolos por sus nombres se verán "forzados" a aparecer, dice la antigua tradición; y esta es probablemente la razón de la advertencia: "No usarás el nombre del Señor en vano".

El nombre Miguel significa: "el que está ante Dios", "el que se encuentra delante de Dios", o "el que es un dios". En la Tradición Bíblica y Post-Bíblica, Miguel tiene el rango del mayor entre todos los ángeles, ya sea en los escritos Judíos, Cristianos o Islámicos.

Se le conoció primero entre los Caldeos, por quienes era adorado como a un dios.

Incluso los monoteístas Judíos incluyeron ‘el’, que significa ‘dios’ en Su Nombre. [’El’ como en ‘elohim’].

Miguel es el jefe del Orden de los Arcángeles, el príncipe de la Presencia Divina. Su nombre en los misterios es Sabbathiel y se le llama Mika’il en los escritos Islámicos.

El Midrash Rabba, una exégesis bíblica de la literatura rabínica, acredita a Miguel la autoría del Salmo 85. También se le ha identificado con el ángel que detuvo la mano de Abraham, cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo Isaac.

De acuerdo con ‘La Leyenda de los Judíos’ de Grinsberg (Capítulo 2, versículo 303), el fuego que Moisés vio en la zarza ardiente era Miguel, que había descendido del cielo como el precursor de la Shekhinah, la ‘Divina Presencia’. En el Talmud (Berekot 35, el cual es un comentario de Gen. 18, 1-10), Miguel es reconocido por Sara como uno de los "tres hombres" albergados por Abraham.

Cuenta la leyenda que Miguel asistió a otros cuatro ángeles mayores en el entierro de Moisés: Gabriel, Uriel, Rafael y Metatrón. En Baruch cap. 3, Miguel "guarda las llaves del Reino de los Cielos" .Las tradiciones Musulmanas más antiguas ubican a Miguel en el séptimo cielo "al borde de la pleamar, flanqueado por una incontable formación angélica". También describe las alas de Miguel como de color verde esmeralda.

En la antigua Persia, a Miguel se le llamaba Beshter, que significa "uno que provee sustento a la humanidad", y por tanto sería equiparado con Metatrón, el jefe de los ángeles en la Tierra, el aspecto primitivo de Miguel.

Los cristianos honran a Miguel como San Miguel, el ángel más retratado de la iconografía cristiana. Él preside sobre la Liberación de la humanidad, sobre la inmortalidad, y "conduce a las almas de los fieles a la Luz eterna". Él es verdaderamente el ángel de la Redención, de la Reintegración, de la creación a la unidad de la Luz primigenia.

Si Gabriel es el ángel de la primera Anunciación, cuando se le apareció a María para anunciarle la Encarnación de nuestro Señor, Miguel es el ángel de la segunda.

A Rafael se lo representa, en la primera Anunciación, de pie a la diestra de María, cargando Lirios blancos o con una rama de palma. María está de rodillas o sentada en actitud pasiva, y dando la magnifica respuesta del Magnificat.

Pero para la segunda Anunciación, Miguel, el ángel de la Retribución, se arrodilla ante ella presentándole un Cirio. Le anuncia a María, que permanece de pie, la proximidad de su muerte y elevación al cielo como Reina de los ángeles. Pero, ¿De cuál orden Angélico se convertirá en Reina?

¿Es de todos los órdenes angélicos o sólo del orden de los ‘Ishim’, aquellos ángeles que aún no forman parte del Reino, siendo imperfectas almas humanas encarnadas en este mundo? Alcanzando la perfección, los Ishim serán reconocidos por sus semejantes, presentados por su propio décimo Arcángel, llamado Emmanuel, en plena hermandad con las huestes angélicas.

Los precursores de la humanidad son aquellas almas avanzadas: la Jerarquía de Hombres hechos Perfectos. ¿Quiénes son miembros ya de ese orden de ángeles "en ciernes"? ¿Es este el sendero seguido por la gran alma que recordamos como María, la Madre de Jesús? ¿El alma que se convirtió en Reina de los ángeles ‘Ishim’, cooperando con el alma de su Hijo, de Emmanuel, del Arcángel del décimo Orden, al cual rara vez se hace mención por ser el orden de los ángeles del Reino (Malkut)? (Es.7:14 & Mt.1:23)

Durante la Sagrada Eucaristía, durante el Prefacio, invocamos los otros nueve órdenes o jerarquías de ángeles. La Tradición asigna a cada orden un Fruto del Árbol de la Vida (Sefirots).

Concentrémonos en aquellos órdenes de Ángeles con los que cooperamos durante la Sagrada Eucaristía.

La palabra ángel viene del Latín angelus y del Griego ángelos, significando ambos ‘mensajero’. La palabra es al mismo tiempo un nombre genérico para todos los seres del reino Angélico y además, para uno de sus órdenes, el más cercano a los ‘Ishim’, a las almas humanas.

De acuerdo con la tradición Judía, el jefe del orden de los ángeles es el Arcángel Gabriel, llamado Shaddai por los Hebreos.

El orden de los ángeles está supuestamente organizado en nueve legiones, en armonía con las subdivisiones principales del reino Angélico. Ocho ángeles directores encabezan cada legión, uno por cada dirección principal del espacio.

Así, el total de ángeles directores es setenta y dos. Sus nombres se derivan de tres versos en el Éxodo (19:19 a 21). No debería sorprendernos el leer que estos versos relatan la visión de Moisés de la zarza ardiente, la cual es de acuerdo con la tradición, la aparición de Miguel.

En Hebreo, estos tres versos contienen exactamente 72 letras cada uno. El nombre del primero de los ángeles regentes se forma tomando la primera (derecha) letra del versículo 19, luego la última (izquierda) letra del versículo 20, luego otra vez la primera (derecha) letra del versículo 21.

Los nombres de los otros ángeles regentes se forman simplemente avanzando una letra hasta que todas han sido usadas. Una sílaba final ‘el’ (masculina) o ‘iah’ (femenina) es finalmente añadida, siguiendo una simple cave.

Otra sorpresa: no hay nombres duplicados en la serie completa de setenta y dos nombres. En nuestros Servicios, cooperamos con todos los órdenes del reino Angélico, e invocamos al reino completo durante el Prefacio.

Además invocamos seres angélicos muy específicos durante el Asperges (canto introductorio a la misa dominical de la religión católica), durante servicios de curación, y durante Completas. Pero, a menudo, los invocamos además de manera menos obvia, cuando nuestra liturgia traduce algunos nombres a lengua vernácula. A veces los nombres están ‘codificados’.

 J.I. Wedgwood y C.W. Leadbeater eran ambos estudiantes de la doctrina de los ángeles, y se aseguraron que la asistencia de los seres angélicos fuera invocada repetidamente durante la Sagrada Eucaristía. A manera de ejemplo, examinemos una Invocación de la Trinidad, la Atribución y el Sanctus.

A menudo repetimos la invocación ‘...Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria...’. La traducción Hebrea de estas palabras clave se relacionan con los Frutos mayores del Árbol de la Vida, los Sefirots: Reino = Malkut, Poder = Chesed, Gloria = Kether.

Con sólo nombrar estas cualidades, invocamos las energías angélicas relacionadas con los tres principales niveles de manifestación en los que la humanidad tiene su ser.

El mundo de las formas creadas (Personalidad: desde lo físico hasta la mente), el mundo de las energías creadas (alma) y el mundo de la vida divina encarnada (espíritu).

En la Bendición Solemne, justo antes de la bendición del mundo con la Sagrada Presencia Eucarística, saludamos a la Santa Trinidad, a los siete poderosos espíritus delante del Trono, y a la asamblea de hombres justos hechos perfectos (los Ishim): los Vigilantes, los Santos y Sagrados.

Como sabemos, el Reino (Malkut), como todos los otros Frutos, contiene dentro de sí, una versión en ‘miniatura’ de todo el Árbol de la Vida. La Jerarquía de los ángeles ‘Ishim’, aquellos hombres justos hechos perfectos son invocados como Vigilantes (Malkut/Hod), guiados por Miguel/Elohim; los Santos (Malkut/Yesod), guiados por Gabriel/Shaddai; y los Sagrados, encabezados por Emmanuel/Metatron.

Hay, por supuesto, mucho más que pudiera decirse acerca de esto, pero una mayor explicación es apropiada en el estudio de del trabajo realizado durante la Bendición Solemne.

El Sanctus es ciertamente el caso más simple y más obvio de invocaciones ‘codificadas’ de la Eucaristía. Sabemos que esta poderosa invocación llama al gran Ángel de la Presencia en la Eucaristía.

Él es el verdadero oficiante del trabajo de Transubstanciación. Él es capaz de operar en este mundo físico colocándose detrás del sacerdote y usando las formas del sacerdote.

El capítulo sobre la consagración en ‘La ciencia de Los Sacramentos’ de Leadbeater es una explicación maravillosa del trabajo interno de este santo Sacramento.

Saludamos al Ángel de la Presencia en el Benedictus qui venit. Pero, ¿Quién es ese gran Ángel? ¿Podemos encontrar alguna indicación de su nombre, su orden o su función en la Liturgia?

El Sanctus es una palabra de poder o ‘mantra’. "Santo, Santo, Santo, Señor Dios de las Huestes" se traduce del texto Hebreo: "Kadosh, Kadosh, Kadosh, Adonaï Elohim Sabaoth."

En una carta a un estudiante de Teúrgia, el Teósofo francés Louis-Claude de Saint-Martin, recomienda: "Cuida mucho, cuando estés invocando al Gran Ángel, de incluir la plegaria Kadosh, Kadosh, Kadosh (Santo, Santo, Santo) en tu operación...".

Pero aún hay más: las primeras letras de cada palabra de esta invocación forman la palabra KAES, el cual resulta ser el nombre uno de los ocho serafines, "eternamente presente ante el Rostro de Dios". Los Serafines, pertenecen al más alto orden del reino Angélico. KAES también es llamado KAEL, como en Mi-KAEL. Estos ángeles son tan elevados, como atributos de Dios, que es difícil para nosotros distinguir lo que son, lo que hacen, y lo que se hace a través de ellos.

Santo Tomás de Aquino habló de dios como lo Primario, y de los Ángeles como lo Secundario, explicando que Dios produce todos los efectos visibles a través de la mediación de estos Espíritus Planetarios.

De la misma forma, Basílides, un escritor gnóstico, habla del orden más bajo de los ángeles como los constructores de nuestro mundo material, asociados con los daimones, tan bien descritos por el Rev. Van der Stok.

Para concluir, otra cita de ‘Gnosis Cristiana’ de Leadbeater: "Encontramos en la Kábala, la enseñanza secreta de los Judíos, que el cosmos está dividido en siete mundos o planos, uno sobre el otro; de los cuales, los mas altos son llamados: el Original, el Inteligible y el Celestial.

Es en el segundo de estos planos –el mundo inteligible- que primero aparecen estos Siete Ángeles de la Presencia, que son llamados los Sefirots (...) El hombre mismo puede convertirse en un ángel (Ishim), si él lo escoge; en cierta etapa de su evolución, cuando ha pasado a través de la humanidad ordinaria y se ha convertido en súper humano, una de las posibilidades ante él es la de entrar en esa poderosa evolución angélica en la que Nuestra Señora lo ha hecho (...)

Los ángeles prestan asistencia a todos los humanos; pero el hecho de que los conozcamos, que los estemos esperando y que permitamos su ayuda, les facilita brindárnosla; no como aquellos que nada saben de la materia, no están a la espera, y no se han puesto en un estado mental propicio para sacar provecho."

 Los Ángeles y la Tradición Eucarística

Maurice Warnon

 

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