El Ángelus es una
oración mariana y cristológica centrada en la meditación
del misterio de la Encarnación.
San Lucas refiere que
el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María. El ángel le dijo: «Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo.» Luego añadió: «No temas,
María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a
concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús.» María respondió al ángel:
«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel
le aclaró: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha
de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.» Dijo
María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra.» Días después, María fue a casa de Zacarías y
saludó a Isabel, la cual exclamó: «Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno» (cf. Lc 1,26ss). A
modo de conclusión, San Juan añade en el prólogo de su
Evangelio: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre
nosotros» (Jn 1,14).
Este piadoso saludo a
la Virgen, llamado Angelus por el comienzo de algunos
versículos unidos posteriormente a las tres avemarías
primitivas, fue introducido en la Iglesia en épocas
diversas. De la más antigua, la de la tarde, se encontró
el primer testimonio en un decreto del capítulo general de
los franciscanos celebrado en Pisa, en 1263, bajo la
presidencia de san Buenaventura. No hay duda de que la
propaganda activa de los franciscanos contribuyó
eficazmente a difundir por todas partes esta oración. El
padre Thurston opina que la triple salutación angélica de
la tarde se deriva de un ejercicio de piedad llamado, Las
tres oraciones (compuesto de salmos y responsorios, y
algunas plegarias, en las que probablemente estaba el Ave
María), que se practicaba en muchas comunidades religiosas
en los Maitines, primero, y después de Completas,
Suele rezarse tres
veces al día: al comenzar la jornada, al mediodía y al
atardecer.
Es una manera de
consagrar el día entero a Dios y a la Virgen Santísima, un
modo de santificar, con una breve oración el trabajo o el
estudio.
V. El Ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María... Santa María...
V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María... Santa María...
V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María... Santa María...
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Oremos:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el
anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu
Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.